Envejecimiento, perspectiva de género y bioética, ¿por qué es moralmente necesaria la interseccionalidad entre estas variables?

Introducción

El presente artículo está basado en una investigación realizada para obtener el grado de Maestría en Ética Aplicada y Bioética de la Universidad Autónoma de Querétaro.

A nivel mundial, el envejecimiento poblacional se ha observado como un fenómeno que crece considerablemente. En un primer momento, dicho fenómeno se identificó, principalmente, en países de altos ingresos, sin embargo, este fenómeno está ya presente en países de ingresos bajos y medio. Por ejemplo, en la actualidad, México es considerado ya un país viejo, pues en los últimos 50 años “ha alcanzado un alto porcentaje de personas envejecidas y a finales de 2019 sumaron, 13 millones 900 mil personas mayores de 60 años” (INAPAM, 2019), de las cuales, “6 de cada 10 … son mujeres” (INAPAM, 2019), y cuyo grupo poblacional vive con grandes desventajas sociales.

En este fenómeno, existen dos características de especial relevancia: la feminización y precarización, por ello, es importante generar líneas de investigación que delineen el camino hacia políticas públicas que garanticen el ejercicio pleno de los derechos humanos y de los derechos específicos que posibiliten transitar la vejez con dignidad. Por eso, es necesario analizar, desde la bioética, las perspectivas del envejecimiento que permitan reflexionar y comprender las formas de discriminación y de exclusión que viven actualmente las personas adultas mayores y, particularmente, las mujeres.

Este análisis proporcionará herramientas para hacer frente a las inequidades que enfrenta este grupo etario: el maltrato, las condiciones precarias y los problemas de salud, que son la expresión de sus circunstancias existenciales. Por esto, la inclusión de la perspectiva de género en el envejecimiento se torna fundamental, pues nos permite identificar, entender y atender las necesidades de manera diferenciada, ya que los riesgos y condiciones que enfrentan mujeres y varones[1] son diferentes y reflejan, entre otras cosas, los valores socioculturales a partir de los cuales se sitúan sus estilos de vida.

Mirada de género en el envejecimiento

Las mujeres y los varones tienen un curso de vida diferenciado y, por ello, enfrentan problemáticas específicas. Estas diferencias hacen evidentes las marcadas desigualdades de género, sin embargo, estas no necesariamente surgen solamente debido a la edad, sino que se sitúan en etapas anteriores de su vida que reflejan condiciones de desventaja en términos de bienestar social, económico y psicológico.

Estas desigualdades atentan contra la dignidad humana que es la “base de la libertad, justicia y la paz” (Gonzalez, 2008, pág. 274). Por eso, desde el discurso bioético, el envejecimiento no puede ser considerado solo como un fenómeno neutral: es necesario introducir la mirada de género, que cuestiona el sistema de creencias, valores morales y el “sistema de relaciones de poder entre mujeres y hombres directa e indirectamente involucrados en la sociedad” (Gherardi, 2008) que constituyen factores fundamentales en la construcción de identidades.

En el sistema binario, los procesos de socialización en general y socialización del género, en particular, muestran cuáles son las expectativas para mujeres y varones debido a su sexo, y cómo estos actuarán conforme a ellos, ya que se encuentran definidos y establecidos por dicho sistema, de tal forma que el género visibiliza esta estructura y descubre la asimetría que cimienta las relaciones, a través del dominio patriarcal. Este sistema supone una jerarquía que aumenta la distancia entre los logros formales y las oportunidades reales de las mujeres en todas las etapas de su vida, posicionándolas en la vejez en mayor vulnerabilidad, porque “la desigualdad y, en muchas ocasiones la discriminación padecida por las mujeres, tienen consecuencias importantes para la salud y la calidad de vida personal” (López de la Vieja, 2014).

Giddens y Sutton (2013, pp. 398-399) definen el proceso de socialización como aquel mediante el cual “el bebé indefenso se convierte en una persona con conciencia de sí misma y con inteligencia, capaz de manejar las formas culturales en las que nació”, e indican que la socialización de género “se produce probablemente de manera inconsciente, mediante una serie de conductas diferenciadas que los adultos tienen a partir de saber si tratan con un niño o niña, tal es el caso de hablarle, vestirle, peinarle o proporcionarle juguetes de forma distinta a un niño que a una niña”.

Este sistema patriarcal de dominio y discriminación lesiona las libertades y los derechos fundamentales, como el de salud; por eso, contar con perspectiva de género como herramienta analítica, permitirá realizar una caracterización de las condiciones en que transcurren la etapa de envejecimiento en las personas y, por tanto, posibilitará la generación de estrategias de política pública que generen condiciones dignas para mujeres y varones, y se logre con ello el mayor bien para el mayor número de personas.

Vejez: perspectiva bioética

La mirada analítica, crítica y reflexiva de género es ante todo “una perspectiva sobre la estrecha relación entre condiciones de vida —también las malas condiciones, la pobreza— y la salud” (López de la Vieja, 2014)  que se reflejan en la calidad de vida de las personas adultas mayores y que no son iguales para mujeres y varones. Cuando se habla de los tratamientos a las y los adultos mayores o de la disyuntiva de dar o no tratamientos por edad, se ignora que se prioriza el cuidado en casa y que este, casi siempre, está a cargo de las mujeres por su papel social de cuidadoras (Sherwin, 2014).

Ante estas problemáticas de salud y de desigualdad, de injusticia y vulnerabilidad de las y los adultos mayores, la perspectiva de género denuncia todas las formas de opresión, a través de procesos reflexivos sobre aspectos culturales, políticos y sociales, que dotan de sentido e identidad a las vidas humanas y plantea alternativas identificando particularidades como:

[…] la atención a lo concreto, al contexto, la apertura de otros modos de razonamiento moral, la consideración de las relaciones interpersonales que configuran la identidad de los individuos y su inserción en una comunidad cultural y finalmente la dotación de un mayor contenido social para la bioética (Feito, 2010).

Esto posibilita promover la igualdad, ya que hasta el momento “la mera existencia de derechos formales no garantiza su ejecución ni la igualdad en el acceso” (Feito, 2010).

Ahora bien, la desigualdad y la opresión, según Sherwin (2014), son objetables tanto en términos morales como políticos, dado que el daño que provoca el es evidente, abrumador y desproporcionadamente dirigido contra las mujeres. Urge cuestionar la visión dicotómica que refuerza intergeneracional y sistemáticamente los estereotipos de género.

Sherwin (2014), además, sostiene que las prácticas que aumentan o protegen la felicidad o los derechos de un grupo dominante a expensas de un grupo oprimido no pueden considerarse moralmente aceptables, y considera que existen valores morales que se asocian con acciones o principios que ayudan a mitigar la opresión; a su vez, eisten otros valores morales que se vinculan con acciones o principios que no logran reducirla o que, incluso, la fortalecen.

Conclusión

Por tanto, para efecto de los análisis en la práctica ética, es imprescindible que, en materia de políticas públicas, se establezcan mecanismos efectivos para disminuir de los efectos causados por los patrones de conducta opresiva. Uno de esos mecanismos es la integración de la perspectiva de género, que posibilita caminar hacia la equidad, que es una condición indispensable para que los grupos sociales, en desventaja, ejerzan su autonomía.

En este 2024, las voces oprimidas e ignoradas de las mujeres, especialmente las de la tercera edad, deben tomarse en cuenta para construir diálogos bioéticos que promuevan la igualdad y que tengan en cuenta “la verdad sociológica importante de que la capacidad de reconocer ciertos problemas morales, de comprender la posición de quienes ostentan perspectivas divergentes y de responder a los valores en conflicto se ve influenciada inevitablemente por los valores y las experiencias propias” (Sherwin, 2014). Esto hará factible encontrar formas de reducir y eliminar las desventajas que enfrentan las y los adultos mayores.

Finalmente, es importante denunciar que es obligación de un Estado laico y democrático, ofrecer alternativas para construir lo “racionalmente aceptable” (Tealdi, 2008) y plural. Se requiere un Estado cuyo compromiso sea enérgico en la defensa de los derechos humanos de las personas adultas mayores, que plantee como prioridad la construcción de la ciudadanía y los derechos humanos de las mujeres, la igualdad entre mujeres y hombres (Lagarde, 1996), la equidad en los procesos, en el acceso a la justicia y la preservación de las libertades y del Estado laico.

Por tanto, si las acciones en relación con el envejecimiento están dirigidas a que sea digno y saludable, bioéticamente debe compartir estos objetivos y entender que las prácticas opresivas edifican barreras fundadas en el género. La perspectiva de género, por tanto, pondrá las bases para lograr una organización social que permita pensar en la salud y su cuidado desde una postura dinámica, activa, informada, autónoma y digna.


[1] Desde una perspectiva de género, el término “hombre” aplicado a los varones es discriminante. Todos los seres humanos,   la especie Homo sapiens, somos hombres y nos distinguimos en varones y mujeres, por lo tanto, en este trabajo utilizaremos la palabra varones.


Bibliografía

Feito, L. (2010). Aspectos Filosóficos de la Relación entre las Mujeres y Bioética. En D. l. Díaz, Mujer, Mujeres y Bioética. Madrid: Pontificia Universidad Comillas

Gherardi, N. (2008). Justicia y Género. En J. C. Tealdi, Diccionario Latinoamericano de Bioética. Colombia: UNESCO/Universidad de Colombia.

Gonzalez, J. (2008). Dignidad Humana. En T. J. Carlos, Diccionario Latinoamericano de bioética. Colombia: UNESCO/Universidad de Colombia.

INAPAM. (26 de marzo de 2019). Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores. Obtenido de https://www.gob.mx/inapam#3425.

Lagarde, M. (1996). La perspectiva de género. En M. Lagrade, Género y Feminismo (págs. 13-38). México. https://repositorio.ciem.ucr.ac.cr/jspui/handle/123456789/259.

López de la Vieja, M. T. (2014). Bioética feminista. Dilemata, 143-152. https://www.dilemata.net/revista/index.php/dilemata/article/view/297.

Sherwin, S. (2014). Feminismo y Bioética. Debate Feminista, 45-69. . https://www.elsevier.es/es-revista-debate-feminista-378-articulo-feminismo-bioetica-S0188947816300032.

Tealdi, J. (2008). Diccionario Latinoamericano de bioética. Colombia: UNESCO/Universidad de Colombia.


Por: Virginia Acosta Rosales,
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Especialista en Familias y Prevención de la Violencia, Maestra en Ética Aplicada y Bioética, ambas por la Universidad Autónoma de Querétaro; directora y fundadora de Omecíhuatl Salud Integral, ponente en eventos nacionales e internacionales, colaboradora del Instituto Queretano de las Mujeres.

Mujer, feminista, activista, madre, amiga, empresaria…


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